La enseñanza de la lengua y la literatura es, día a día, una reivindicación del enorme poder de la palabra.
De la palabra que se nos vuelve conocida, de la palabra que nos es posible, de la palabra con la que podemos contar nuestro mundo.
La lengua materna, esa que escuchamos ya desde el vientre de nuestra madre, es nuestra más valiosa identidad. Debemos poder sostenerla, cuidarla, defenderla en cada una de nuestras acciones. Como sujetos políticos, como agentes de cultura, como miembros de una familia, como seres humanos.
En y por la lengua somos. En y por la lengua nos encontramos. En y por la lengua convivimos.