Los estudiantes de 2do del turno tarde, a lo largo del segundo cuatrimestre, nos dedicamos a la lectura y la interpretación de la literatura policial.
La literatura policial es una manera de conocer y cuestionar nuestra propia realidad a partir de habilidades fundamentales como: la observación, la relación entre las distintas partes de un todo, la deducción y la experimentación. Todas estas se relacionan con las cuatro habilidades fundamentales del espacio de Lengua y Literatura: escuchar, hablar, leer y escribir.
La literatura policial profundiza lo que aprendimos el año pasado sobre la noticia, teniendo en cuenta las preguntas básicas del periodismo: ¿qué pasó?, ¿cuándo pasó?, ¿dónde pasó?, ¿cómo pasó?, ¿por qué pasó?, ¿quiénes estuvieron involucrados? De esta forma, podemos realizar nuestra propia interpretación de los hechos y asignarle un papel a cada personaje: víctima, criminal, detective, ayudante del detective, testigo, cómplice o sospechoso.
Leímos relatos policiales breves y luego escribimos nuestras propias historias, basándonos en noticias policiales más o menos actuales. Aquí les compartimos una de ellas, escrita por Ramiro Del Valle.
Un crimen brutal
Una tarde relativamente tranquila en la ciudad de Buenos Aires, se dio un asesinato tan brutal que los forenses sintieron cómo el vómito luchaba por salir de sus bocas.
La madre de Matías contrató a un detective privado porque la policía no hacía nada. El detective era un hombre de unos 37 años llamado Julián. Él era carismático y hablador, lo cual era raro para la madre de Matías, porque ella pensaba que los detectives eran fríos, calculadores y algo agresivos.
Pasaron varios días de investigación exhaustiva hasta que Julián dio con uno de los cómplices. Julián llevó al cómplice a una sala de interrogatorio. Tras varias horas de interrogación, Julián sacó el nombre del autor intelectual del crimen, Mario García. Al oír este nombre, la expresión positiva y alegre de Julián cambió a una de tristeza y frustración.
-¿Qué sucede, señor? -preguntó la madre de Matías.
-Yo conozco a ese hombre… -dijo Julián con una voz quebradiza.
Resulta que Mario García había asesinado al hijo de Julián de una manera tan brutal que cuando tuvo que identificarlo en la morgue era casi irreconocible, lo cual traumatizó a Julián. Pasó toda su vida buscando a Mario García.
El hijo de Julián le debía ochocientos cincuenta y tres mil pesos a García por tráfico de estupefacientes. Esta fue la razón por la que García asesinó al hijo de Julián y a Matías.
Cuando el juicio de García llegó, todas las familias arruinadas por él lo insultaban y maldecían. Cuando llegó el momento de que Julián diera su testimonio, el joven detective dijo:
-Lo que usted ha hecho es totalmente inaceptable a los ojos de Dios y de las personas aquí presentes.
García guardaba silencio como si fuera un niño castigado.
-Pero no vine a insultarlo… -siguió Julián.
García quedó confundido con sus palabras.
-Lo perdono, señor García. Mi familia y yo lo perdonamos.
Al decir esto, Mario García rompió en llanto. El juicio culminó con la sentencia a muerte de Mario García.
-¿Por qué perdonó a ese animal? -lo interpeló la madre de Matías.
-Porque Dios me dio ese don -le respondió Julián.
En los años que siguieron, la tumba de Mario García fue profanada diariamente, pero Julián era el único que le llevaba flores.
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